En la historia de Nicaragua, hemos sido testigos de cómo las dictaduras han surgido y se han mantenido en el poder, dejando una estela de sufrimiento y desesperanza. Detrás de estos regímenes autoritarios, subyace una profunda crisis de valores que no solo las engendra, sino que también las perpetua. Es esta misma crisis la que, lamentablemente, afecta a muchos de los que se autodenominan oposición, impidiendo que avancemos hacia un cambio real y duradero en nuestro país.
Las dictaduras no emergen en un vacío; se alimentan de un entorno donde los valores éticos y morales han sido erosionados. La corrupción, la avaricia y la falta de empatía son síntomas de una sociedad que ha perdido el rumbo. Cuando estos antivalores prevalecen, los líderes autoritarios encuentran terreno fértil para consolidar su poder. La impunidad se convierte en norma, y la justicia, en un ideal inalcanzable.
Un claro ejemplo de esto es cómo la dictadura sandinista en Nicaragua históricamente ha utilizado la represión y la violencia para silenciar cualquier disidencia. La deshumanización del oponente político se vuelve una estrategia común, justificando atrocidades en nombre del poder, recordemos cuando llamaban «perros somocistas» a los campesinos caidos en la decada de los 80´s. En este contexto, la vida humana pierde su valor intrínseco y la brutalidad se normaliza.
Pero el problema no termina ahí. La crisis de valores también contamina a aquellos que luchan contra estos regímenes. Muchos en la oposición, aunque inicialmente motivados por un deseo genuino de cambio, terminan sucumbiendo a las mismas prácticas corruptas y divisorias que denuncian. Las luchas internas, la falta de unidad y la manipulación se vuelven obstáculos insuperables. En lugar de presentarse como una alternativa ética y moralmente superior, la oposición refleja los mismos vicios que busca erradicar, lo hemos visto como silencian voces, excluyen y demonizan a la juventud desde el 2018.
Esta situación plantea una pregunta crucial: ¿qué futuro nos espera si no logramos un cambio profundo en nuestra cultura y valores? Si seguimos por este camino, es probable que las dictaduras ahora mas agresivas y criminales continúen surgiendo y manteniéndose, reciclando el sufrimiento y la injusticia. La desconfianza y el cinismo se arraigarán aún más en la sociedad, haciendo cada vez más difícil la construcción de un futuro mejor.
Sin embargo, hay una alternativa. Si vos y yo comenzamos a hacer un cambio genuino en nuestros valores y principios, el panorama puede ser radicalmente diferente, el problema es que hay gente que se acostumbró al manejo político inmoral y asi morirán, pero los que si queremos el cambio real no podemos claudicar. Imaginemos un futuro donde la honestidad, la dignidad, la integridad y la empatía sean los pilares de nuestra sociedad. En un entorno así, las dictaduras encontrarían difícilmente el sustento que necesitan para prosperar. La corrupción sería combatida con firmeza, y la justicia prevalecería.
La dignidad, inquebrantable y no negociable, es la piedra angular para resistir las tentaciones de las dádivas que ofrecen tanto dictaduras como oposiciones inmorales. Aunque la precariedad temporal pueda parecer abrumadora, mantener la integridad y la ética personal es crucial para evitar convertirse en un colaborador indirecto de sistemas corruptos y opresores. Al rechazar los sobornos y las concesiones engañosas, se protege la esencia de la dignidad humana y se fortalece la lucha por una sociedad verdaderamente justa y democrática.
Un cambio de valores también transformaría a la oposición. En lugar de luchas internas y divisiones, veríamos una cohesión basada en principios comunes. La transparencia y la rendición de cuentas se convertirían en normas, fortaleciendo la confianza del pueblo en sus líderes. Con una oposición sólida y unida, el camino hacia una Nicaragua democrática y justa se volvería más claro y accesible.
Para lograr este cambio, es esencial comenzar con una educación en valores desde temprana edad. Las escuelas y las familias deben ser los primeros lugares donde se cultiven estos principios. Además, los líderes, tanto políticos como sociales, deben ser modelos a seguir, demostrando con sus acciones el tipo de conducta que queremos ver en nuestra sociedad.
Las organizaciones de la sociedad civil también juegan un papel crucial. Estas deben promover y defender los valores éticos, morales, principios, etc. ofreciendo espacios para la reflexión, auto-evaluación y crecimiento personal, desde la psicología social en el ámbito sistémico la evidencia científica demuestra que si cambia un miembro del grupo cambia el grupo completo. Pero, lamentablemente muchos actores que ofrecen formación, en realidad es adoctrinamiento y no desarrollo personal.
En conclusión, la crisis de valores es la raíz de nuestras dictaduras de derecha o izquierda y el obstáculo principal para el cambio en Nicaragua. Sin una transformación profunda en nuestra cultura y principios, seguiremos atrapados en un ciclo de opresión y corrupción. Pero si nos comprometemos a este cambio, podemos construir una sociedad donde la justicia, la integridad y la empatía sean la norma, allanando el camino hacia un futuro verdaderamente libre y democrático.
Si vos practicas principios y valores, te felicito, sos parte de la solución para Nicaragua, que llegará en la medida que más empiecen a reconocer esta realidad y no de los muchos que por ahora son parte del problema.
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Psicólogo Clínico, escritor, columnista, conferencista, motivador, ex-preso político de la dictadura en Nicaragua, autor de los libros «Personas Ordinarias, Mentes Extraordinarias», «Está Bien, Estar Mal» y «El Preso de la Celda 16». Compra mis tazas de café, camisetas y libros en www.psicologo-martinez.creator-spring.com Súmate y apóyame a diseminar motivación. ¿Tienes comentarios sobre mis obras? ¿Quieres hacer una cita para consejería online? Búscame en Facebook o escríbeme en WhatsApp y con gusto recibiré todos tus comentarios.««