Se encuentra ampliamente documentado desde las ciencias sociales y médicas, que los dictadores más repudiados de la humanidad padecían enfermedades relacionadas con su salud mental. Lo cual permite sacar un perfil patológico de las personas con adicción al poder que llegaron a ser verdaderos dictadores.
Algunos estudiosos sostienen que todos los dictadores son personalidades anormales. A nivel genético han encontrado en los dictadores, anormalidades en el gen AVRP1, que regula la capacidad de ser generoso en los seres humanos. Para neurocientíficos un dictador tiene, en la parte más antigua del desarrollo cerebral humano, mucha semejanza con el de los reptiles, estructura que empuja hacia el dominio, la agresividad, la defensa del territorio y la ubicación en la cúspide de una jerarquía vertical indiscutida. A nivel psicológico muchos dictadores sufren patología “borderline”, que se encuentran, por tanto, en la frontera entre la neurosis y la psicosis.
El dictador tiene un aparente toque de idiotez, la cual es altamente contaminante para quienes le siguen, llevándolos a estados irracionales que les separan de la realidad, convirtiéndolos en verdaderos idiotas.
El dictador tiene gran capacidad y facilidad para mentir, su capacidad histriónica es de tal calidad, que logra moldear el comportamiento mental de sus seguidores, hasta el punto de creerse que solo su dictador tiene la verdad revelada.
El dictador muestra una ambición sin límites. Con el correr de los años y mediante su «astucia» lease: amoralidad inaudita, falta de ética y criminalidad que no reconoce freno, disfrutará con el servilismo de sus seguidores y el aniquilamiento moral y físico del adversario.
El dictador siempre habla de amor, patria y democracia, para vestirse de piel de humanista. Sin embargo, para perpetuarse en el poder asesina, monopoliza los poderes públicos y utiliza los medios más deleznables. Enrique VIII se casó seis veces, decapitó a dos de sus esposas, separó a Inglaterra de la Iglesia Católica para casarse locamente enamorado de Ana Bolena, a quien mató tiempo después, y puso en el cadalso a todo aquel que osó a cuestionar su poder, incluido al filósofo Tomás Moro.
El dictador sufre de paranoia se siente perseguido y traicionado por todos inclusive sus más cercanos seguidores. Stalin mandó fusilar a su guardaespaldas por arreglar el crujido de las botas que delataba su presencia.
El dictador es obsesivo, egocéntrico y mesiánico, se siente el más iluminado quien todo lo sabe y puede, enfermedades que le impulsan a procurar los “intereses superiores de la patria”, lo cual se desmiente cuando se revisa su patrimonio y el de su familia.
Aprovecha la vaciedad intelectual y desorientación psicológica de los militares y cuerpos policiales que únicamente buscan con avidez recompensas materiales.
El dictador es histérico, esquizofrénico, con tendencias edípicas, su principal arma es la seducción y el atractivo físico: canta, baila, cocina, monta, practica deportes extremos, dispara, habla bonito y hasta declama, entre otras prácticas excéntricas de seducción; con el objeto principal de enmascarar su personalidad: tensa, irritable y neurótica. Así fue diagnosticado Hitler: “un psicópata neurótico”.
El Dictador ampara su desaforado apetito de poder en la fuerza pública, privilegiándoles en la gestión de su gobierno, con el objeto de granjearse su lealtad y garantizar el sometimiento del pueblo con las armas.
El dictador potencializa el síndrome de Hybris, presenta estados de euforia, irritabilidad, poco sueño, exceso de autoconfianza, negación de la realidad, distracción y otros que acaban haciendo que gobierne sin atender ningún consejo y de una forma narcisista.
Los rasgos más distintivos de la personalidad de un dictador, no dejan la menor duda de que se trata de una personalidad psicopática. Y personalidades psicopáticas, decía el gran psiquiatra alemán, Kurt Schneider, son personalidades anormales que, por su misma anormalidad, hacen sufrir a la sociedad.
Los pueblos que viven bajo una dictadura siempre mantienen la esperanza de un cambio, desde luego que para ello se requiere fomentar un pensamiento crítico para vencer el temor de la población y lograr las transformaciones que la realidad social requiere.
Nicaragua ha demostrado a través del tiempo, su capacidad de sacudirse dictaduras. Las últimas dos cayeron de forma violenta, en sendas guerras civiles que duraron hasta una década. En el caso de las luchas cívicas, está demostrado que son más efectivas y toman menos tiempo, aunque la espera resulta agónica. No es que no se haga nada, es que lo que se hace tiene un impacto intangible que va desnudando poco a poco la naturaleza exacta de una dictadura y esto es un golpe certero a la conciencia de las mayorías que en el momento adecuado saben tomar su decisión como el 25 de Febrero del 1990.
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Lic. Róger Alfredo Martínez
Psicólogo Clínico, Escritor, Columnista.
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Psicólogo Clínico, escritor, columnista, conferencista, motivador, ex-preso politico de la dictadura en Nicaragua, autor de los libros «Personas Ordinarias, Mentes Extraordinarias», «Está Bien, Estar Mal» y «El Preso de la Celda 16». ¿Te gusta el contenido de Psicólogo Martínez? ¿Los sentis útiles y motivadores? ¿Sentis que mi trabajo merece tu apoyo? Descarga mi App Movil para telefonos Androids y podes suscribirte al contenido premium donde por $5 tendrás acceso intimo a mis vídeos, escritos, sesiones terapéuticas gratuitas, conferencias online, mis libros gratis y mas. Súmate y apóyame a diseminar motivación. Inscribete tambien como mi Patreon en: www.patreon.com/psicologomartinez. ¿Tienes comentarios sobre mis obras? ¿Quieres hacer una cita para consejería online? Búscame en facebook o escribeme en WhatsApp y con gusto recibiré todos tus comentarios.